Hubo un tiempo en mi vida en que si me preguntabas: “¿Qué fue lo último que hiciste mal?”, podía haberte detallado el preciso instante en que lo había hecho y cuánto tiempo estuve pagando por ello. Me apenaba por cada mínimo error que cometía y con gran desesperación intentaba no pecar más. Al comprender el perdón de Dios, fui libre del auto-análisis y la autodefensa que complicaban mi vida al máximo.

Si crees que debes ser perfecto para merecer el amor y la aceptación, entonces eres candidato a una vida desdichada, porque jamás serás perfecto mientras estés en un cuerpo terrenal.

Puedes tener un corazón perfecto, en el que tu deseo sea agradar a Dios en todas las cosas, pero tu desempeño no coincidirá con lo que anhela tu corazón hasta que llegues al cielo. Puedes mejorar día a día, y permanecer en el camino hacia la meta del supremo llamamiento, pero siempre necesitarás a Jesús mientras estés aquí en la tierra. Nunca habrá un momento en el que no  precises su perdón y limpieza.

La respuesta de Dios para nuestra imperfección es el perdón.

Joyce Meyer, Ama a Dios y Disfruta La Vida.

Hijitos míos, os escribo estas cosas para que no pequéis. Y si alguno peca, Abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.
El mismo es la propiciación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.  —1 Juan 2:1-2